Aragón no es precisamente famosa por sus bosques: más bien es “sol y matorrales” que “sombra y frescor”. Sin embargo, al subir las laderas del Moncayo, encontrarás un final inesperado: un denso y susurrante bosque de hayas. La montaña ofrece un espectáculo climático único. En la base, arbustos mediterráneos; a mitad de camino, robles y pinos; y más arriba, Peña Roya, un auténtico país de las maravillas de hayas que parece decir: “¡Sorpresa!”

El otoño es su gran protagonista: el bosque se transforma en una colcha de rojos, dorados y naranjas, mientras los excursionistas disfrutan del crujido de las hojas bajo sus pies. Ciervos, jabalíes y aves como azores euroasiáticos o águilas reales completan el espectáculo natural.

¿Sabías que Moncayo es la montaña más alta del sistema Ibérico y divide Aragón de Castilla y León? Pero Moncayo no es solo naturaleza. La montaña guarda monasterios escondidos, ermitas aferradas a las rocas y pueblos que antiguamente usaban el bosque como despensa. Hoy, la gente viene por sus senderos, sus paisajes, sus fotos y el aire puro de montaña.